HOV 1621 29 11 2006.
Reloj de Arena
CARLOS ALFREDO CABAL
Una de las cosas del mundo-mundano que más disfrutaba Carlos Alfredo
era la buena comida, sobre todo la china, contaba Pedro J. Ordóñez, mi padre, de
la época en que fueron concejales de Buga por el Nuevo Liberalismo. El Centro
Democrático fue tal vez el primero y el último directorio político que se fundó
con ideales de cambiar las costumbres de la politiquería clientelista, en
antagonismo con los caspetes que se
montaban y sigue montando la clase política corrupta, para vivir al lado del
establecimiento.
En esas comidas rociadas en excesos de salsa de soya, después de la
sesiones del concejo fue que Carlos Alfredo y Pedro J. que en paz descansen, estrecharon
una amistad que comenzó por conveniencia, se conocieron y compartieron ideales
de hombres valientes, desprendidos y generosos. De Carlos Alfredo se puede
decir sin temor a equivocarse que era un príncipe, de nobleza antigua y modales
finos, conquistaba con la palabra y también con la sonrisa, y sobre todo porque
la gente, el pueblo, y sus amigos, sabían que no engañaba y menos traicionaba;
pero eso que fue su fortaleza, que lo distinguió entre la barbarie de la
politiquería, que lo diferencio de los avivatos hambrientos de corrupción, fue
también su debilidad.
Un hombre acostumbrado por naturaleza al juego limpio, abierto, con
reglas, fue presa fácil de la trampa aviesa, ahí fue cuando sus escuderos,
Eduardo Arce, Henry Delgado, Arana, Dora, Molina, la leal secretaria de los
Cabal y muchos más entraban en acción, asesorándolo y protegiéndolo, mientras
aprehendía. Mi padre en el concejo hizo otro tanto, rotándose en el combate,
Carlos Alfredo elevaba el debate a cumbres intelectuales, y cuando llegaba el
ataque rastrero abandonaba la curul y entraba su suplente, Pedro J. también hábil
en peleas callejeras, enfrentaba y
desarmaba la intención oportunista, por eso uno de los concejales contendores
los definió después de una noche memorable en el Concejo, así: “Felicitaciones Dr.
Ordóñez, el Dr. Carlos Alfredo y usted, son unos señores invencibles y
brillantes en el debate de las ideas, de la inteligencia, pero nosotros tenemos
la coalición, los votos, el poder…”
Después de las agotadoras campañas electorales de resultados exiguos,
de la disputa tenaz entre los dos directorios del nuevo liberalismo en Buga que
gano el de políticos prácticos y curtidos, consiguiendo la bendición directa
del Dr. Luis Carlos Galán, por encima de los ideales románticos del Centro
Democrático. Carlos Alfredo empezó a entender que la lucha era larga y tal vez
infructuosa, como lo demostró y corroboraría siniestramente el tiempo. Su
desilusión más agria, fue los resultados de la conciencia del pueblo, pues la
debilidad, el hambre, la falta de oportunidades hizo que no entendieran las
ideas de renovación, y se vendieran fáciles, por nada. Fueron momentos
difíciles, la decisión de abandonar Buga y el movimiento fue más fuerte, no
pudimos convencerlo que se quedara, se fue a Bogotá a seguir intentando con las
ONG’s, con el Galanísmo y la política de la capital, a eso se dedicó hasta el
trágico y absurdo momento de su muerte hace 20 años, en manos de un psicópata contagiado
en una guerra extranjera, en el restaurante el
pozzeto.
Parece que el destino se burlara de nosotros, aplazando no se sabe hasta
cuándo los cambios necesarios para esta sociedad enferma. Parece que Dios le
diera la razón a los malos llevándose a los buenos, y dejándolos hacer y
deshacer, dejándolos vivir con privilegios de señores, cuando se sabe que son
parásitos. Carlos Alfredo Cabal, una estrella fugaz de buen augurio, un
político del pasado con ideas democráticas para el futuro, como Galán que sigue
viviendo en Colombia, y Carlos Alfredo en el corazón de los muchos, que tuvimos
el privilegio de conocerlo.
Hernán Ordóñez Valverde.
Columna Reloj de Arena -Periodico La Variante Tuluá 08 de diciembre de 2006-
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